Ser relevante será cada vez más relevante.

David Boronat
16 de junio de 2020 · 3 min de lectura

Se habla de que recibimos entre 3.000 y 5.000 impactos publicitarios cada día. Algunos creen que incluso más y que podemos recibir un impacto de media cada 10 segundos.

En un mundo donde todo apunta a que cada vez habrá más impactos (si cabe) ser relevante será cada vez más relevante. Y esta relevancia no la conseguiremos si seguimos ofreciendo lo mismo a todos nuestros usuarios y clientes y no conseguimos desarrollar el don de la oportunidad para comunicar en mayúsculas en el momento y en el lugar indicado.

Y aquí es donde cobra importancia reconocer el comportamiento de nuestros usuarios. Un comportamiento que hasta hace muy poco solo usábamos –de manera agregada– para detectar momentos de fricción o de fuga en nuestros sitios web. Cada vez más deberemos poner ese análisis del comportamiento del usuario al servicio de reconocer la intención de nuestros clientes o potenciales compradores. Su intención –esta vez individual– deberá convertirse en el input que nos permita desplegar una experiencia que le transmita algo que le sea relevante. De ahí que debamos incorporar de manera definitiva la fuerza de la palabra intent en nuestras estrategias de producto.

Solo reconociendo el comportamiento podremos concluir la verdadera intención que nos deberá llevar a desplegar una experiencia relevante. Y solo si nos proponemos llevar esa relevancia a lo largo y ancho de todo sus journeys podremos generar impacto y resultado.

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Así que todo aquél que quiera seguir dedicándose al diseño de experiencias digitales deberá iniciar un doble viaje. Un viaje hacia el comportamiento del usuario para comprender cómo y de qué forma puede reconocer la probable intención del usuario y ponerla al servicio de la experiencia; y un viaje hacia entender mejor sus múltiples touchpoints y journeys para buscar el impacto donde y cuando sea oportuno y necesario.

Estamos ante una reinvención de la disciplina en todo regla donde el User Experience (UX) deberá transformarse en Intelligent Experience (IX) para perderle el miedo al mundo del customer intelligence, el marketing automation o la inteligencia artificial. De esta manera podremos idear, diseñar y crear experiencias comercialmente inteligentes que entiendan el contexto del usuario, que lo reconozcan, que lo perfilen y aprendan más de él infiriendo intención y posible comportamiento futuro. Así podremos recomendar y personalizar mensajes o propuestas y accionar triggers que lo acerquen a una decisión de compra de una manera sutil, elegante y oportuna.

Bienvenidos a una nueva manera de entender la interacción y el diseño de experiencias digitales.

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